CUESTION DE CONFIANZA


Nos quejamos de la falta de confianza en los mercados, en la política y, a veces, hasta en las personas allegadas.
La confianza ni se compra ni se vende. Se pierde con gran facilidad, y se gana muy poco a poco. Es por lo que se la tiene en tan alta estima, y considera uno de los valores personales más elevados.
Incluso amenazamos con la retirada de nuestra confianza como si se estuviera a punto de perder un gran tesoro. La confianza es fundamental para la vida en sociedad del ser humano y fundamental en la amistad.

En el diccionario leemos al respecto, entre otras cosas:
Esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Seguridad que alguien tiene en sí mismo. Ánimo, aliento, fe, vigor para obrar. Familiaridad en el trato.


¿Estamos ante una crisis de confianza?

Si nos bloqueamos exclusivamente en un paradigma hay aspectos de la
realidad que nos son prácticamente invisibles, ya que desestabilizarían nuestra estructura, así que nos inclinamos a ignorarlos o a distorsionarlos. Y, si no vemos los datos del problema... entonces, ¡cómo vamos a encontrar la solución!.
La psicóloga Kathleen Ross planteó que cuando una persona entra en crisis su primera reacción natural es negarla. Incluso antes de aceptar la crisis y de reconocer que tendrá que enfrentarla, se enfada, echa balones fuera, se deprime y, al final, cede.
Llama a su modelo DABDA, con las iniciales en inglés de las palabras que describen las cinco fases que recorremos ante una crisis (Denial-Negación, Angry-Enojo, Bargain-Negociación, Depressión-Depresión y Acceptance-Aceptación), con lo que nos demuestra que para muchas personas las crisis son como invisibles, ya que al negarlas no las quieren ver. En castellano NENDA que, con un poco de ironía, podemos traducir como No Entiendo Nada De nadA ( como "hacerse el loco").
Resumiendo: La tendencia natural es ignorar o minimizar la crisis, desplazándola.

También hay colectivos que se manifiestan contra la crisis, como si la personificasen en un monstruo que destruye sus vidas contra el que el estado debe defenderles con más prestaciones por desempleo, financiación o facilidades de otro tipo. Los conflictos sociales que se avecinan nos mostrarán su lado épico, con alianzas y revueltas contra el sistema establecido.
En ese caso jugamos con una estrategia más cercana al despertar del dragón que desarrollamos en el número anterior de esta sección (ver Juego de estrategia: Antón Pirulero).


Si casi por definición no vemos el problema, entonces ¿cómo podemos solucionarlo? Una clave está en el funcionamiento de los principios: remontarnos a los principios universales. La dificultad está en que son invisibles, sólo podemos "verlos" cuando se plasman en la realidad mediante sus efectos. Al igual que no vemos el viento pero lo sentimos en la piel, o lo percibimos a través del movimiento que produce en los objetos.
Entonces sufrimos las consecuencias y solemos actuar de forma reactiva (acción - reacción). Pero para anticiparse y predecir el viento que va a hacer es preciso tener más perspectiva.

Albert Einstein, uno de los científicos y genios más ilustres de la historia, planteó que: "para solucionar un problema lo debemos hacer en un nivel de consciencia superior al nivel en el que lo creamos".
Bien al contrario, cuando nos acucia un problema solemos retraer la visión a un nivel inferior, creando un círculo vicioso a base de un comportamiento más egoísta y, a veces, mezquino o cruel.
Hay muchas personas que abusan del patrón de conducta ganar/perder en sus relaciones, sea por la fuerza, la maña o la falta de ética; pero es gente que no puede estar en paz consigo misma, vive desconfiando hasta de su propia sombra y, con frecuencia al final de su vida, busca que alguna religión le perdone los "pecados" que cometió.
Para evitar eso, conviene plantearnos siempre relaciones ganar/ganar.

De un tiempo a esta parte algunas empresas muestran cierto compromiso con la responsabilidad social corporativa o con la conciliación de la vida profesional y personal, aportando desde la organización facilidades para mejorar la calidad de vida.
No obstante, a nivel individual, ¿qué más nos hace falta?.
La cuestión que todos necesitamos es conciliar nuestra propia vida con el trabajo y con la familia: tener verdadera confianza en nuestro propio compromiso de vida.
Esta estrategia es más cercana a seducir a la princesa, expresando su vertiente más lírica.

Pero España es país de picaresca, manifestado en la literatura clásica, desde El Buscón, al Lazarillo pasando por algunos capítulos de El Quijote.
Francisco de Quevedo, con su estilo telegráfico, nos previene frente al exceso de confianza: El mayor despeñadero, la confianza.

Cuenta una historia que un día, unos meses antes de la crisis del 2010, se encontraron dos amigos, diciéndole uno entusiasmado al otro:
- Miguel, ¿recuerdas el piso que compré por 120.000 euros?. Pues el otro día lo vendí por ¡250.000!
- Eres un hacha, Pedro: le has sacado más del doble de su valor.
Si yo pudiera hacer como tú ….
¿Cómo lo has conseguido?, Dime qué hay que hacer, por favor.

Y de nuevo se ven para ponerse al día en la Navidad del 2010:


- Pedro, el piso que compré por 250.000 euros no lo puedo vender ni por 200.000. Está casi regalado, y con lo que necesito ese dinero, ¡no hay manera de encontrar un comprador!. Y además tengo que contar con el margen que se queda la agencia inmobiliaria.
- ¡Claro, Miguel!. Ahora casi no se mueve el dinero.
Por mi parte no te puedo prestar nada, ¡que más quisiera yo!
Si sabes contar, no cuentes conmigo. ¡Es que con esta crisis…ya comprenderás!

Entre nosotros, nos hemos vendido pisos y casas por el doble, el triple de lo que valen y, de ser posible, por aún mucho más que eso, esclavizando al prójimo de por vida implacablemente. Una relación de ganar/perder, principio que al final se aplicará también al pícaro vendedor en otro orden de cosas.

Se puede decir que tenemos lo que nos merecemos y, si hemos hecho así con un derecho fundamental como es el de la vivienda, ¿qué haremos con el derecho al agua, por ejemplo?.
La guerra del agua es la presente.
Dios nos coja confesados para el futuro que nos estamos ganando a pulso.


José Javier Pedrosa




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